domingo, 29 de septiembre de 2013

Diseccionando una botella de vino

Botella de vidrio de 1740

En la entrada de hoy en Con uve de vino voy a repasar los nombres de cada una de las partes de una botella de vino y a contar alguna curiosidad que otra.

Los primeros restos de vidrio que se han encontrado hasta el momento datan de hace unos 7000 años, aunque no fue hasta el siglo III a.C. cuando se comenzó a emplear para hacer recipientes para el vino. Era muy delicado y costoso, por lo que se siguió empleando la cerámica.

Las ánforas que se utilizaron hasta ese momento también presentaban algunos problemas: se rajaban, no se podían cerrar correctamente, etc. y los burgueses europeos comenzaron a utilizar botellas de vidrio de nuevo.

En sus inicios, la botella de vidrio también tuvo grandes problemas, sobre todo por la forma que presentaban y por su capacidad. Al realizarlas mediante soplado manual cada botella era diferente a la otra, y esto siempre generaba polémica a la hora de comercializarlo.
Como dato curioso, el Parlamento Británico ante tantos problemas terminó por prohibir que se vendiera el vino en botella, aunque al mismo tiempo se puso de moda entre los ricos al incluir en estos envases sus escudos de armas o iniciales.

Años más tarde, el desarrollo de las técnicas de soplado, que permitieron hacer un vidrio más resistente, y la buena acogida del tapón de corcho, terminaron por disipar las dudas sobre cual era el mejor envase para el vino.
La gran mayoría de las botellas en su inicio ( y en la actualidad) tenían una capacidad de 75 cl. y existen varias teorías sobre el porqué de este tamaño: unos dicen que al hacerse en su origen mediante soplado manual es la capacidad pulmonar de los artesanos, otros cuentan que simplemente es un quinto de un galón inglés, incluso hay quien afirma que era lo máximo que una persona podía consumir sin sentirse "mareado".

Las botellas pueden darnos muchas pistas sobre su contenido cuando vamos a comprarlas y como norma general existen unas partes diferenciadas en ellas:

El pico o boca:
Existen en el mercado varios modelos, y algunos de ellos tienen únicamente un fin estético.
Todos tienen un borde o saliente (llamado labio o flange), que es el refuerzo que se coloca para evitar roturas, aunque dependiendo de la forma y grosor que tengan puede ser un verdadero quebradero de cabeza a la hora de realizar el encapsulado.

El cuello:
Es un elemento importante en la conservación del vino. Si es corto no permitirá que el corcho lo cubra en su totalidad por lo que finalmente entrará más aire del necesario y convertirá nuestro vino en vinagre.
El cuello debe ser lo suficientemente largo para que el corcho permanezca en él en su totalidad y cilíndrico para que el corcho al expandirse cierre del todo el interior del cuello.
Entre los mejores cuellos están los de las botellas de estilo Burdeos por ser largos y cilíndricos.

Los hombros:
Es la caída que hay entre el cuello y el cuerpo.
Existen muchas variaciones en su forma siendo el gran rasgo diferenciador de la botella. 
Quizá la más conocida y empleada sean las botellas de Burdeos con hombros rectos y las de Borgoña un poco más redondas. También se desarrolló en la zona de Alemania otro tipo de botella que carecía de hombros o en Proveza una con formas suntuosas.
Aparte de la estética también encontramos una función práctica, y es que los hombros más marcados contribuían a no dejar pasar los sedimentos cuando se servía el vino.

El cuerpo:
Es en esta zona donde se almacena la mayor parte del vino, y además es el lugar donde se colocan las etiquetas o serigrafías donde encontramos toda la información referente al vino que portan.

La picada:
Clases de botellas
A mi personalmente es la parte de la botella que siempre más me ha llamado la atención.
¿Cuántas veces me he preguntado para que sirve ese "agujero" en la base de la botella?
Pues bien, tiene una función práctica y una función estética.
Este elemento de la botella surgió en Francia en el siglo XVI para darle mayor estabilidad a la botella, pero realmente lo que consigue la picada es que la botella no explote por la presión que se genera dentro, sobre todo en los caldos de maceración carbónica.
Respecto a sus funciones estéticas, se consigue darle un mayor peso a la botella,  signo de glamour y de calidad;  y facilita el servicio, permitiendo a quien lo sirve introducir el dedo pulgar en su interior ofreciendo siempre la etiqueta al comensal.













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